sábado, 29 de marzo de 2008

Juventud y Educación

En los últimos meses hemos podido seguir en los medios el debate sobre la calidad de la educación que reciben nuestros estudiantes. A través de algunos cursos he podido pulsar personalmente el acceso al conocimiento de nuestros jóvenes. Por ello no me resisto a apuntar brevemente algunas consideraciones generales.

En primer lugar, hay que poner de relieve que el actual diseño educativo es acertado en un aspecto: la educación para la paz y la tolerancia. No se puede comparar la actitud de los chavales actuales con la de las generaciones anteriores a la LOGSE, que jugaban a tirarse piedras o a pelear. Los chicos camorristas de hoy son vistos con cierto desagrado por sus compañeros, cuando antes eran líderes. Tal actitud tiene y tendrá muchas implicaciones que aún no hemos sido capaces de entrever.

Por otra parte, cuando se pone a prueba el conocimiento geográfico o histórico de la Península de estos chicos el panorama es desolador. Desde el punto de vista geográfico, que no se sepa dónde está una provincia española, que se ignore el nombre de los principales ríos o que no se conozca aproximadamente la ubicación de una ciudad grande es lo normal. En lo histórico se carece de las referencias temporales; los sucesos históricos son simples ecos escuchados alguna vez en alguna parte. El conocimiento del cuerpo humano es leve, por decirlo suavemente. Hablar de física o de matemáticas es imposible por el desinterés. Así, el método basado en acceder al conocimiento a través de las denominadas “materias transversales” ha resultado un rotundo fracaso. Las páginas de esos libros están llenas de dispersión y no se destaca lo que es importante sobre lo que no lo es. La capacidad para discernir entre los sustantivo y lo accesorio se ha diluido de forma alarmante. Lo más doloroso es comprobar que, en estas circunstancias, los niños cuyos padres tienen un mayor nivel formativo sumado a una cierta dedicación a ellos marcan enormes diferencias a su favor con el resto.

Un último aspecto a reseñar es el de la irresolutividad. Los chicos se han acostumbrado a no decidir, porque apenas les aporta algo positivo. Gran parte de sus problemas estarán resueltos en cualquier caso. Frente a esa pasividad se percibe el deseo de adoptar algunos referentes fuertes que estructuren su vida con valores claros. Es el conflicto entre la tolerancia y la solidez de la jerarquía de valores.

En definitiva, la metodología educativa actual es útil para formar hombres de bien, pero ineficaz para crear personas cultas y resolutas. Además, es injusta porque concentra la cultura en pocas cabezas y se apoya en el apadrinamiento intelectual. Se hace así imprescindible una reformulación que salve los avances y destierre las carencias del actual método educativo.

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