lunes, 10 de marzo de 2008

La Hora de Invertir

Las últimas semanas han llenado de inauguraciones nuestra provincia. Las carpas han sido escenario de autocomplacencias y de algunas declaraciones cuestionables. En estos actos se ha insistido en que ha llegado el momento de que los leoneses inviertan, porque ni hay motivos ya para la queja, ni el déficit de infraestructuras puede ser una excusa.

Para hablar de esto con perspectiva conviene recordar que las infraestructuras llegan con quince años de retraso como mínimo. En ese tiempo la ventaja cobrada por gran parte de las provincias españolas respecto a León es notoria. Al mismo tiempo la Provincia ha sufrido una fuerte descapitalización humana, que se ha traducido en la emigración de un numeroso contingente de jóvenes, las generaciones mejor formadas de la historia. La minería, la ganadería y la agricultura se han sometido a un proceso de liquidación sin precedentes. De ser motores principales de la economía leonesa han pasado a un tercer plano sin que se hayan visto sustituidos por otros sectores. La nómina de centros de trabajo y direcciones territoriales cuyas oficinas han sido desplazadas a Valladolid, con ayudas de la Junta, ha sido abultada. Por el contrario, nada ha sido trasladado de Valladolid a León.

Sin embargo el declive económico propiciado por esta situación comenzó a tocar fondo en 1999. En 2001 los datos ya eran positivos. En 2003 se confirmó el cambio de tendencia. En esta coyuntura, tal reacción habría que atribuirla, sobre todo, a los leoneses y a sus inversiones.

No obstante, conviene preguntar a las autoridades por qué rompieron el principio de adicionalidad que presidía los fondos MINER. La Junta ha sustituido sus presupuestos para León por las partidas económicas del Ministerio. El resultado ha sido que las zonas no mineras han acumulado un déficit de inversión pública dramático.

Pero no es sólo esa la causa de la falta de inversión en León. Las administraciones sabían hace tiempo que Burgos, Valladolid y Palencia habían rebasado el nivel del 75% por ciento de riqueza de la UE. Sin embargo han ocultado el dato, que sólo en estas elecciones se ha hecho público. Así han continuado invirtiendo los fondos de cohesión en estas provincias.

Por último hay que inquirir sobre otras fugas de inversiones como son las competencias impropias, que han ahogado durante veinte años la Diputación leonesa. Tampoco la cofinanciación de los proyectos funciona correctamente. Por ejemplo, mientras el auditorio de León tuvo que sufragarse en parte con los exiguos fondos municipales, para el de Valladolid bastará con los autonómicos.

En consecuencia, se debería contemporizar y explicar cómo recuperaremos el déficit de inversión pública en León, auténtico y determinante problema que arrastra esta tierra desde hace dos decenios.

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