martes, 18 de marzo de 2008

Patrimonio y Despoblación

Todos conocemos que el avanzado estado de envejecimiento de la población rural en la Provincia de León es un problema creciente. Esta cuestión crea necesidades en varias vertientes. Por ejemplo, la de asistencia a los ancianos que viven solos en su casa del pueblo, es una. También lo es el sostenimiento del patrimonio inmobiliario, que antes, con una pirámide de edades más equilibrada, mantenían los miembros jóvenes de los concejos. La pérdida de los propios concejos como eficiente entidad de gestión y el codiciado destino de sus propiedades generan otras. Así podríamos repasar varios aspectos de gran interés para todo leonés.

Uno de los temas que hasta ahora no han sido tratados suficientemente, y que llega el momento de subrayar, es el destino del patrimonio mobiliario. Para entender el alcance de tal cuestión hemos de recordar que esta Provincia, ubicada en un territorio de cultura singular, se despliega con un sistema de asentamiento en aldeas que eleva su número a unas mil cuatrocientas. De estos núcleos de población hay varios desaparecidos, ya que no quedan vecinos estantes. A estos se suman unos cuatrocientos, quizá, en los que sólo permanecen algunos ancianos. Esto significa que, si no cambia la tendencia, en quince años tendremos unos cuatro centenares de aldeas vacías.

Es cometido de las instituciones públicas, adelantarse a estos acontecimientos para prevenir sus males y descubrir sus consecuencias. Por esta razón puede haber llegado el momento de que la Diputación haga un estudio de la situación poblacional en Omaña, Fornela, Argüellos, etc, y que elabore un plan de actuación ante las nuevas condiciones de vida y ocupación de estas zonas.

Por otra parte, cada vez que una casa de nuestros pueblos se vacía, con el anciano se va un trozo de nuestra historia reciente. Es por esta causa por lo que la acción de grupos culturales -como Tenada y otros- que visitan a los ancianos y recogen contextos de su vida para que no se pierdan, es insustituible. Sin embargo no es suficiente. Cabría la posibilidad de constituir un banco de testimonios propiciado por las instituciones. El mundo cultural y asociativo leonés acogería con agrado una movilización de esta índole.

Por último, hay que destacar que, cuando muere un anciano y se cierra una casa en la aldea, los herederos no suelen saber qué hacer con sus contenidos. La cerilla es, frecuentemente, el triste final de ropajes antiguos, adornos de otra época, arados, bieldas, etc. Por eso, como decía antes, un patrimonio mobiliario ingente de nuestra cultura está al borde de la destrucción. Se trata, pues, de un buen momento para trabajar en pos de su conservación bajo el liderazgo de la Diputación, institución que puede aglutinar nuestro patrimonio sociocultural.

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