domingo, 18 de mayo de 2008

Monumentos de Pago

Durante los últimos meses hablar de nuestro patrimonio arquitectónico se ha convertido con frecuencia en comentar la ruina y el abandono en que se ve sumido. Hojeando la hemeroteca aparece el Palacio de Don Gutierre y su derrumbe, el de los Condes de Luna y su ruina, La Catedral de León y su abandono, el chalet de los Fierro semiderruido, el Palacio de los Allende crónicamente desmantelado, el Palacio de Grajal de Campos apuntalado, su castillo artillero en almoneda, el castillo de Coyanza y sus derrumbes, el de Corullón y sus muros amenazados, los restos de la casona de Otero de Escarpizo, los palacetes de la Calle del Agua olvidados, la vieja fábrica de Araú en semirruina, la azucarera Santa Elvira eviscerada, el alfolí de Boñar asolado, la Colegiata de Arbas con goteras, y así suma y sigue. No se trata de ser fatalista, sino de tomar conciencia del precario estado de nuestro patrimonio, ya de por sí escaso si se compara con el de otras zonas de España. Hay que tener en cuenta que en León hay multitud de núcleos en los que no se puede encontrar nada reseñable, circunstancia que no se da, por ejemplo, en Tierra de Campos.

Existe la creencia extendida de que el Estado es el responsable del mantenimiento de nuestro patrimonio, pero eso no es del todo cierto. La responsabilidad es de todos. En este sentido, iniciativas individuales o colectivas, desligadas de la administración, como la de Pro-monumenta, son merecedoras de todo elogio y deben considerarse ejemplares para lo que debería ser el normal actuar de los ciudadanos. No es que debamos eximir a la administración pública de una atención expresa y pormenorizada a todo aquello que produjo nuestro esfuerzo colectivo durante siglos, pero es necesario tomar conciencia de que los fondos públicos no bastan para mantener un creciente conjunto de elementos arquitectónicos singulares.

Los leoneses deberíamos empezar a considerar estos objetos histórico-artísticos como un recurso. Resulta inexplicable, por ejemplo, la crónica anorexia presupuestaria para el mantenimiento de la Catedral leonesa cuando es un edificio de tal singularidad que permitiría cobrar una entrada para su visita y disfrute; algo insustituible si no queremos perder esta obra para siempre en unos cuantos decenios. Las circunstancias de la vida actual provocan un deterioro sin precedentes en obras como ésta, cuyo mantenimiento no es barato. ¿Quién no pagaría veinte o treinta euros por una visita controlada al triforio para apreciar las vidrieras en toda su grandeza? ¿Quién no aportaría un euro por acceder a este templo de forma ordenada, con información puntual de lo más relevante? Sería mejor que fuese gratis, sí, pero ¿es posible prolongar la gratuidad si queremos conservar éste y otros monumentos en todo su esplendor?

2 comentarios:

Alfonso Mielgo dijo...

Habrá que hacerlo. Si con la entrada puedes ver el museo, es tener derecho a verlo todo, pero con todo el mundo pasando por caja.

En Burgos cobran 4 euros, en Toledo 7 euros, en Segovia 2 euros... cobran la entrada excepto en las horas de culto.

En media Europa también te cobran ... hasta por mear

Cisastur dijo...

Lo que no es lógico es que esto lo decida la iglesia. Si no son capaces de mantener el monumento por sus medios y tenemos que pagarlo entre todos, lo normal es que se acuerden este tipo de decisiones multilateralmente.