domingo, 27 de julio de 2008

Argentinización Municipal

El Ayuntamiento de León presenta una salud financiera quebrada. Son muchos los síntomas. Uno muy significativo, cada vez más habitual, es la necesidad de negociar créditos para poder pagar las nóminas. Desde esta instancia se afirma insistentemente que la deuda se mantiene dentro de los márgenes que la Ley permite. No es dudoso, pero habría que estudiar el notable esfuerzo creativo para disimular el desfase. Las palabras sobran cuando el municipio ve condicionada la capacidad de maniobra por la falta de liquidez en sus arcas de forma repetida. Los pequeños proveedores, infinidad de establecimientos comerciales, ven demorar los cobros hasta tres años, por lo que o han dejado de servir al Excelentísimo, o los precios a los que sirven son exorbitantes, para compensar los previsibles intereses de demora. En definitiva, el Ayuntamiento gasta más de lo que dispone para ello. El resultado es una creciente situación de inseguridad financiera cuyo final, si no se corrige, es similar al del globo económico argentino. Las causas de esta situación son varias.
Una es la pérdida creciente de habitantes que sufre la capital, lo que recorta cada vez más sus ingresos y promete coyunturas aún más complicadas. Otra es el abundante número de obras cuantiosas acometidas, en las que el Ayuntamiento ha de subvenir porcentajes enormes frente a la exigua participación de la Junta, auténtico cáncer también de la Diputación y, en el futuro, del Ayuntamiento ponferradino -una vez agotados los fondos MINER-. Otra causa, cada vez más asfixiante, es la creciente funcionarización de la sociedad leonesa a cargo de las arcas municipales. La Casa afronta sin rubor la nómina de unos mil ochocientos trabajadores, aunque nadie se explique dónde están los beneficios de tantas horas de trabajo compradas por el común. Para tener una medida exacta de esta barbaridad hagámonos la idea de que, de los más de 150.000 trabajadores ocupados que hay en la provincia, uno y pico de cada cien trabajan en esta institución. Si esto se traslada a la capital la cifra aumenta hasta las cinco personas de cada cien. A esto se suma una tabla de retribuciones que desbordan los precios que el mismo trabajo percibe en el mercado laboral. La incontinencia contratadora de los partidos y concejales es el último de los males. Asegura los garbanzos a un buen número de amigos y afines, revueltos con otros candidatos que alcanzan su plaza por medios más ortodoxos. En definitiva, el Ayuntamiento arrumba su trayectoria hacia un desastre financiero que ya se palpa, y los concejales no están actuando para corregirla. ¿Cuándo se adoptará, por fin, una postura responsable entre los ediles? ¿Serán capaces de acomodar el gasto a un censo decreciente?

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