martes, 29 de julio de 2008

León y la Frontera

En fechas recientes visitaba varias aldeas en la cuenca del río Manzanas, a caballo entre Zamora y Tras Os Montes, muy cercanas a León. La constatación de que pueblos hermanos, a menos de cuatro kilómetros de distancia, sin obstáculos naturales dignos de reseñar, no disponen de carretera entre ellos causa sorpresa, a pesar de que se sitúen en estados diferentes. Poblaciones como Santa Cruz de Cuérnagos, Riomanzanas, Villarino, Deilhao, Guadramil o Petisqueira están a la distancia de un tranquilo paseo a pie, pero el trayecto ha de realizarse sobre caminos de tierra, transitados, eso sí, por los vecinos durante cientos de años. Tal situación no hace sino extremar el abandono y la incuria a que las administraciones someten a la cada vez más exigua población de estas zonas a las que la unión europea no ha llegado. Lugares de una belleza notable, con atractivos etnográficos y paisajísticos únicos, son aislados por la imposibilidad de que la carretera lleve más allá de una pequeña aldea. Así, la posibilidad de que los visitantes se animen a acudir se desvanece. El colmo del abandono se produce en Rionor. Este pueblo se halla más a caballo entre España y Portugal que ningún otro. La carretera no permite el tránsito de autobuses de Puebla de Sanabria a Braganza y viceversa a través de él porque el autobús no cabe en la calle central, único vial para que un vehículo pase la frontera, frontera que se encuentra en medio de la avenida.
Lo pintoresco de esta situación es que con sólo la construcción de cien kilómetros de carreteras vecinales el número de pasos fronterizos podría incrementarse en varias decenas. Los efectos que una acción de este tipo podría tener en las áreas de influencia serían enormemente positivos. La posibilidad de cruzar la raya estatal supone un atractivo, pero si a esto se añade la de visitar zonas tan peculiares el interés se redobla. La multiplicación de visitantes, la oportunidad de establecer pequeños negocios o la revalorización del patrimonio inmobiliario serían, entre otras, las primeras consecuencias de la barata intercomunicación de estos pueblos, partícipes de nuestra cultura e inmersos en nuestra área de influencia. Por otra parte, no hay que olvidar que León no puede despegar en el mapa del crecimiento si las provincias que lo rodean se encuentran sumidas en el subdesarrollo. Orense y Zamora tienen como una de sus causas más importantes la pobreza de los espacios fronterizos con Portugal. La permeabilización de esa barrera artificial debe ser un factor clave para su activación económica y, por ende, de la nuestra. ¿Podrán nuestras fuerzas vivas influir para que la frontera deje de ser un problema para el Noroeste?

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