sábado, 5 de julio de 2008

León y los Sindicatos

El mercado de trabajo en España ha experimentado importantes cambios en los últimos años. A consecuencia de los mismos, hoy se podría clasificar la masa laboral en función de los parámetros de remuneración, cantidad y seguridad de su trabajo con dispares resultados respecto a los de hace sólo decenio y medio. Podríamos describir, generalizando, tres grandes grupos: en primer lugar los empleados públicos, en segundo, los empleados de grandes empresas privadas, y en tercero los de las pequeñas y, también, los de las grandes con alta rotación de personal. Los asalariados de las consideradas medianas se ubicarían, en unos casos, más cercanos a las grandes y, en otros, a las pequeñas. El papel desempeñado por los sindicatos en cada segmento es cualitativamente diferente. Los más de dos millones de empleados públicos, con unas condiciones salariales, de horario y de seguridad laboral por encima, en general, del mercado de trabajo, ven defendidos por los sindicatos objetivos más parecidos a privilegios que a condiciones laborales dignas. Los empleados de grandes empresas disfrutan de niveles salariales por encima de los del mercado, rinden más que el segmento anterior y disfrutan de una seguridad laboral menor. Los sindicatos, en estas grandes corporaciones, mantienen una negociación continua con los empleadores, que permite sostener, en general, buenas condiciones laborales. Finalmente, los trabajadores en las pequeñas empresas, frecuentemente microempresas, de un solo trabajador –un autónomo-, y en las de alta rotación mantienen condiciones mucho más desfavorables. Los sindicatos, en contraposición, apenas tienen voz en este grupo.
En León, éste último estrato de trabajadores es el más importante. Quizás así se explique la escasa presencia social de los sindicatos y lo demediado de su fuerza. Estas agrupaciones, que se arrogan una capacidad de representación que, en según qué casos, resulta dudosa, se vuelcan, pues, sobre todo, en la defensa de las reclamaciones de los trabajadores que mejores circunstancias disfrutan. Esa situación, que es nueva -porque la sindicación ha supuesto históricamente la defensa eficaz de derechos básicos de los asalariados- está deformando el papel que representan en la sociedad. Muchos de los antiguos sindicatos de clase resultan hoy más parecidos al sindicalismo vertical de la dictadura que fieles al espíritu que los creó: garantizar que todos los trabajadores desarrollen su vida laboral en condiciones dignas. Cabe preguntarse si alguien, dentro de las cúpulas que han desarrollado, se pregunta qué hacer para que recobren el espíritu y la ejecutoria que los hizo grandes, para que lleguen a las masas laborales más desfavorecidas, las que aquí predominan. ¿Tendrán capacidad para replantear en el futuro su papel en León?

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