sábado, 19 de abril de 2008

La Cultura Tradicional

Es en estos días del estío cuando nuestra Provincia recibe más turistas. Se trata de una oleada de gente que viene para ver aquello que les resulte más bello, más exótico o más curioso. Paradójicamente para algunos, cuanto más modernizada, impersonal o modificada desde su origen esté una zona menos atractiva resulta para el visitante. También pierde encanto para aquellos que, tras una obligada emigración, vuelven cada verano a su pueblo. Es aquello que más nos caracteriza -la suma de elementos que convivieron con nosotros durante siglos- lo que más aprecia el visitante foráneo y el que regresa. La tradición adquiere así un valor que va más allá de lo folklórico, de lo museístico o del artificio para las fiestas del pueblo. La cultura tradicional ha alcanzado el carácter de recurso económico, de elemento de poderosa atracción, de ventaja competitiva respecto a otros destinos menos singularizados.

A esta argumentación suele contraponerse la de los que dicen que es imposible seguir habitando casas de vieja hechura y mala habitabilidad. También se argumenta que la recuperación de los elementos más atávicos es un teatro, una farsa, un baile de disfraces. Además, se añade, muchos de los objetos, aperos, etc, han perdido toda su utilidad y sentido. ¿Por qué, entonces, recuperarlos?

Evidentemente habitar casas insufribles para que vengan los turistas es una idea peregrina. Sin embargo, recuperar elementos arquitectónicos como los balcones volados sobre la calle, la cara vista simulando mampostería, los rebocos en barro, los colores cálidos de la tierra, el uso de pizarra, los enlosados en el suelo y otros numerosos detalles es fácilmente asumible en una casa de arquitectura y distribución modernas. La personalidad de los hogares que integran detalles de la construcción tradicional es muy acusada y crecientemente apreciada. Buen ejemplo de ello son las tipologías que se desarrollan actualmente en Cantabria para construir chalets.

La denominación de “disfraz” para la recuperación del vestido y las celebraciones tradicionales es tan acertada como lo sería para la compostura de las jóvenes tribus urbanas, la peculiar moda de llevar calzado náutico en León o la incorporación de anillos perforantes en el rostro. “Disfraz” se le puede llamar a muchas cosas, pero con diferente valor. A la que se hace mención en esta columna constituye la reivindicación de la personalidad cultural.

Por último, la recuperación de instrumentos y utillaje tradicional cobraría mucho más sentido en entornos de construcciones más caracterizadas. Luce desencajado un carro chillón anejo a una edificación inclasificable, pero no al lado de una con rasgos tradicionales. ¿Veremos reflejarse pronto la autoestima colectiva en la reutilización de nuestra cultura tradicional?

2 comentarios:

Alfonso Mielgo dijo...

Guerra a las uralitas, a los bloques y a los ladrillos que rematan paredes de tapia desmochadas (o de piedra, como en el Bierzo alto)

Cisastur dijo...

A propósito de esta labor estamos exponiendo una serie de paneles con fotografías y texto en diversos lugares: "La casa de corredor en la vivienda tradicional leonesa".
Itinerará por la provincia y fuera de ella así que espero que la veas. Ya me dirás qué te parece.