viernes, 22 de agosto de 2008

Cortijos Sanitarios

La gestión sanitaria de nuestra cabaña ganadera, que tanto tiene que ver con la sanidad humana, camina por sendas procelosas. Nunca, en la historia reciente, ha existido una situación más confusa y desacertada que en estos momentos. Los ejemplos se multiplican conformando un panorama preocupante e intranquilizador. Así, se ha sabido recientemente que cierta parte de la cabaña en León será vacunada de brucelosis, lo contrario de lo que hasta hace semanas se había mantenido a ultranza por la administración autonómica. Sin embargo, esta medida carece de implicaciones para la cabaña residente a sólo unos kilómetros, en Asturias o Cantabria, porque el mal y su extensión tienen diferente interpretación para los responsables de las consejerías homólogas vecinas. Pero, como decía, no es ésta la única dolencia animal tratada con singular descoordinación. Otro tanto sucede con aspectos como la urgencia declaratoria ante brotes de peste porcina clásica, devastadora para la cabaña desde el punto de vista económico, que varía según la autonomía. ¡Qué decir de la tolerancia en la búsqueda de sustancias para el engorde ilegal del ganado! Siempre tan amplia en ciertas autonomías y tan estricta en otras. Así, podríamos ir sumando cientos de casos en que la aplicación de protocolos sanitarios queda a merced de los criterios políticos locales. Hay que reconocer que la España de las autonomías, con la salvedad de León y de algunos otros casos, ha reportado grandes beneficios en la calidad media de la gestión pública. Sin embargo, lo que comenzó como un proceso de racional descentralización se ha convertido en manía obsesiva. Ciertos temas -pocos- como la gestión de la sanidad animal, tendrían que haberse encaminado por la dirección contraria. La ventaja que, para España, es ubicarse en una península debiera habernos llevado a integrar con Portugal la gestión única de la sanidad animal. Las posibilidades de controlar un espacio sanitario rodeado de mar y montañas son muchas. A la vez, es injustificable que una vaca pueda cruzar de Rionor de Arriba (España) a Rionor de Abajo (Portugal) y que la normativa aplicable haga un tratamiento diferente de las vacunaciones, declaración de enfermedades, controles e inspecciones en un trayecto de cien metros, en el que la única barrera sólo se puede ver en forma de raya en un mapa de papel. De esta manera, la gestión autonómica de la sanidad animal ha convertido los territorios en cortijos sanitarios. Es hora de revisar una situación que rebasa con demasiada frecuencia las fronteras del absurdo. ¿Habrá valentía suficiente para que los colectivos afectados planteen el problema?

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