sábado, 2 de agosto de 2008

La Ley de Universidades

Hace unas semanas se procedió, en el Congreso de los Diputados, a la aprobación de la LOU. Es un buen momento para hacer un balance del debate que su redacción ha originado. Se trata de una ley destinada a remover algunas de las estructuras de la universidad. Como primer efecto de su aplicación se espera un cambio en la eficiencia de la institución, que debería mejorar. Han sido muchas las voces a favor y en contra sobre si su redacción era la correcta. Desconozco su contenido textual y bo me atrevo a emitir un juicio, aunque al Gobierno, como mínimo, le han fallado las formas. Sin embargo, cualquier observador ha podido apreciar algunas circunstancias significativas. Los oponentes a la ley han sido muy ruidosos, muy jaleados y ayudados por el PSOE y la prensa de su órbita, pero han carecido del apoyo desinteresado fuera del ámbito universitario, como se ha podido apreciar en foros y manifestaciones. Además, los miembros de la comunidad universitaria que aprobaban la reforma alcanzaban un número notable, pero no han entrado al debate público con la intensidad de sus compañeros ¿por qué? Así, la sensación de que la universidad se ha convertido en una institución politizada y poco conectada con la sociedad ha tomado cuerpo a lo largo del tiempo. Parece que ha quedado patente la existencia de la endogamia, que unos han silenciado y otros han justificado, pero que nadie se ha atrevido a negar. La productividad de una institución costosísima y gigantesca también ha sido puesta en tela de juicio, ya que, si bien la producción científica en España es mayor que nunca, no guarda proporción con la enorme cantidad de personal y de medios materiales de que se dispone actualmente. En definitiva, ha salido a la luz lo que muchos ya sabíamos: el diseño actual de la universidad española es ineficiente y hay que actuar sobre él. Con independencia de que la redacción de la LOU pueda ser manifiestamente mejorable, que no lo dudo, está claro que la universidad necesita cambios. La LOU va a introducir un grado de rensión imprescindible en un colectivo que había alcanzado una relajación excesiva.. En este sentido, cabe la reflexión sobre la idoneidad de los catedráticos, pilares de la organización actual. Tal y como los concebimos hoy deben dirigir los departamentos, auténticas empresas dedicadas a la producción de conocimiento. Se trata de una labor que necesita dotes de conocimiento, capacidad docente, liderazgo y organización que muchos no reúnen. Y por último: ¿por qué no ha sido la propia universidad la protagonista de su necesaria transformación?

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