miércoles, 12 de noviembre de 2008

Futuro de Ignorantes

Últimamente los que ejercemos de padres tenemos un serio motivo de preocupación: la enseñanza reglada que reciben nuestros hijos es, desde el ciclo de primaria, muy deficiente. Son muchos los comentarios que han surgido en los medios de comunicación sobre este tema durante el año que ahora se aproxima a su final. Como muestra explicaré otro nuevo sinsentido provocado por la aplicación de la LOGSE, ley que ha provocado, junto a otros factores, la actual situación de la enseñanza.
Un niño comienza sus estudios en un centro escolar con una edad un año inferior a lo que marca la ley. El niño progresa adecuadamente, pero la dirección del colegio, tras unos años, imagino que dando cumplimiento a la ley, le obliga a repetir debido a su edad. Posteriormente, el chaval deja de avanzar en sus conocimientos de forma acompasada con sus compañeros, pero, como sólo se puede repetir un año según la ley, el chico debe pasar de curso. Es decir, cuando el crío aprendía razonablemente y su nivel de integración en la clase era bueno se le penalizó por una medida reglamentista, pero escásamente práctica. Sin embargo, cuando hizo falta un recurso, la repetición, que suma la coherción y el castigo a la intensificación del esfuerzo para superar los límites de conocimiento establecidos, la ley lo impide, obligando a tomar el camino más inadecuado: la promoción. Y digo inadecuado por lo diferente a lo que el joven encontrará a lo largo de su vida. Toda nuestra actividad social y laboral se halla inscrita en una regla fundamental: para alcanzar un objetivo has de atravesar unas barreras con tu esfuerzo y, en general, en competencia directa o indirecta con otras personas. Viene esto último a cuento porque parece que una de las preocupaciones del profesorado, de acuerdo con la LOGSE, está en no fomentar la competitividad, para lo cual eliminan cualquier atisbo de competencia entre los niños. Me pregunto qué clase de sensibilidades se están formando en estas criaturas y cuáles serán los efectos de la salida al mercado de trabajo en sus mentalidades, mercado en el que el progreso profesional sólo tiene un camino: la competencia; sana y civilizada, sujeta al juego limpio, basado en el estímulo positivo, pero competencia al fin.
La situación en nuestra tierra es aún peor, puesto que a lo ya expuesto se suma una política de concentración de los niños en pocos centros: un auténtico disparate para una estructura poblacional dispersa. Esto obliga a “autobusizar” al colectivo infantil rural. Los padres, preocupados, terminan por abandonar el pueblo en busca de la preciada cercanía al núcleo escolar. Luego habrá quien se pregunte por qué los pueblos se vacían. La LOGSE tiene una parte de la culpa. El sistema educativo en España no puede olvidarse de León. Tenemos el derecho de poder vivir y crecer en leonés.

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