viernes, 16 de enero de 2009

La Nueva Economía de Nuestros Pueblos II (2000)

Por último, tras varias semanas asomándonos a las diferentes posibilidades de diversificación de la economía en nuestros pueblos, abordamos aquellas actividades que son nuevas y que se apoyan en recursos que ya existían, aunque las labores y los medios sean totalmente nuevos. Dentro de ellas distinguiremos dos grupos: las que transforman productos y las que producen servicios. De la primeras hay que decir que son los negocios más comunes (fábricas de embutidos, conservas, pienso, hormigón, etc) y que dependen de un emprendedor, esa joya que todos buscan y que pocos apoyan de verdad. Una fórmula con cierta extensión en León y que permite fijar las empresas en nuestros pueblos son las cooperativas de suministradores a las medianas empresas de nuestras cabeceras. La actividad textil, por ejemplo, se basa en gran parte en este sistema que es, con todos sus pros y contras, providencial para fijar trabajadores desligados del aprovechamiento del campo en nuestros pueblos.
Por último está la oferta de servicios, como el turismo rural, las granjas escuela para niños, las granjas productoras de semillas certificadas, las dedicadas a la selección de animales, etc. Estas empresas hacen uso directo o indirecto de las granjas de nuestros pueblos. Sin embargo, que se implanten estas empresas no quiere decir que cualquiera, sin una preparación previa, pueda poner, por ejemplo, una casa de turismo rural. Éstas no dejan de ser negocios hosteleros donde el trato con el cliente, la cocina, la preparación de las estancias, el conocimiento de la zona a fin de asesorar, la decoración, o la publicidad y la señalización de calidad forman parte indisoluble de los requisitos para que el proyecto salga adelante. Poner una casa rural no pasa porque cualquier persona, sin formación alguna en el ramo hostelero, arregle una casa de campo para poner cuatro o cinco habitaciones con camas. Es más, debiera prohibirse este tipo de empresas, demasiado abundantes por desgracia, ya que están erosionando la buena imagen del sector en León, erosión que podría arrastrarse por muchos años.
Una casa rural es algo más que una casa arreglada. En este sentido conviene reseñar que la agrupación de casas de este tipo en una zona favorece el crecimiento de la actividad y permite el desarrollo de ofertas complementarias como picaderos, empresas de deportes de riesgo, restaurantes de degustación, etc. Por otra parte, cada vez es más importante la dotación de parques, piscinas, ambulatorios y hospitales, alquiler de coches, servicios de telefonía e internet, etc en nuestros pueblos o cerca de ellos, puesto que el cliente exige progresivamente más y en otras zonas ya se ofrecen estos servicios. El respeto a la arquitectura tradicional, la conservación del paisaje y la preservación de elementos singulares como edificios monumentales, patrimonio mobiliario o conjuntos urbanos cobran especial valor para redondear esa oferta. La hospitalidad local, la buena educación de los lugareños y la colaboración individual con el viajero no son aspectos menos importantes para competir en este mercado, de creciente competencia.
Para apoyar el desarrollo de estas cuestiones es necesario un liderazgo de nuestras instituciones locales que potencie la fijación en nuestros pueblos de las actividades descritas y que apoye la capacitación de los productores locales más valiosos de forma decidida. Asimismo se debe trabajar en actividades de concienciación que permitan a la población reconocer la gran importancia que tiene la colaboración de todos en este sector, en el que cada ciudadano es un elemento importante para ofrecer una estancia atractiva al viajero.
En resumen, contrariamente a lo que se viene creyendo, las virtudes paisajísticas no son determinantes para el desarrollo de una zona como destino de turismo rural. Es la calidad de la oferta de servicios al turista lo que determina la bondad de ese destino. El paisaje es, sin duda, un coadyuvante que, bien explotado, ha de dar un importante valor añadido a la zona, pero siempre que existan otras bases. Así la falta de lugares donde disfrutar de una buena y elaborada comida (un chuletón lo hace bien cualquiera), de rutas organizadas, de piscinas, de ocio nocturno, de parques, de oferta cultural, de rutas preparadas, de museos y monumentos, de servicios sanitarios, etc, determina la exclusión de una zona como destino. La carencia de preparación de nuestros hosteleros es un grave hándicap también para el desarrollo de este sector. Es necesario, en definitiva, un desarrollo integral y armónico de la zona para hacerla atractiva.
Por ello se hace esencial la capacidad de liderazgo en las cabeceras de comarca para completar una oferta atractiva que fije actividades empresariales en su entorno. ¿Disponemos de este lidererazgo? ¿Sería un disparate desarrollar un estatuto de comarca donde los papeles de cada población y de cada zona estuviesen claramente repartidos?

No hay comentarios: