lunes, 4 de febrero de 2008

El Plan Forestal

Se anuncia la ejecución de un plan forestal por la Junta de Castilla y León en la montaña leonesa, de acuerdo con “Cuatro Valles”. La noticia podría ser buena si tenemos en cuenta que la explotación de amplias zonas de estos valles de montaña podría crear una oferta excepcional de puestos de trabajo. Esto permitiría fijar población joven en unas áreas caracterizadas por el derrumbamiento demográfico y la falta de expectativas laborales. Sin embargo esta nueva actividad económica también puede tener efectos muy negativos.

Como se sabe, la planificación de la actividad silvícola suele dejarse en manos de técnicos con una visión productivista y, en muchas ocasiones, escaso respeto por la naturaleza. Esto se traduce en la plantación intensiva de pinos, como se siembra campos de trigo. La cuestión no tendría mayor importancia si se tratase de zonas sin vegetación arbustiva, pero no es así. Si atendemos a los precedentes, los técnicos forestales proceden a arrancar la vegetación autóctona, arando montes y valles como quien conduce un tractor en Medina del Campo, para transformar el paisaje montañés en un conjunto de enormes dunas roturadas.

Los efectos actualmente serían devastadores. Buena parte de la montaña leonesa se está cubriendo de un tapiz de rebollos y bosque autóctono de gran valor. Con el plan forestal podríamos verlo convertido en un labrantío sin diversidad alguna. Una zona idónea por su pluviosidad y sus temperaturas -progresivamente más cálidas- para las especies de hoja caduca puede quedar reducida a un campo de cultivo de vulgares pinos.

Una situación intermedia, más razonable, sería que se destinasen sólo determinadas áreas a la plantación de árboles de hoja perenne, dejando el resto como está. Otra posibilidad estaría en la especialización de la zona en maderas de caducifolios, de gran valor añadido. Es cierto que su crecimiento es más lento y que pueden requerir menos mano de obra, pero no lo es menos que su valor económico es muy superior y que en estos valles no es determinante una oferta de empleo masiva, puesto que gran parte de los trabajadores entonces no vivirían en estos valles. En cambio, fomentar un paisaje de bosques de hoja caduca supondría una singularidad que sí contribuiría a la fijación de población mediante la proliferación de establecimientos hosteleros, artesanos y serrerías.

Se trata, por tanto, de ser conscientes de que el plan forestal no es la panacea para “Cuatro Valles” o para cualquier otra zona de montaña. Su ejecución, si no se realiza con los criterios adecuados, puede contribuir a un empobrecimiento del paisaje, principal patrimonio de estas zonas.

Por último, cabe preguntarse por qué no se impulsa la plantación intensiva de pinos en los secarrales más improductivos de la meseta.

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