sábado, 9 de febrero de 2008

Grandes Superficies

Se acaba de conocer algunas de las conclusiones del futuro Plan de Equipamientos Comerciales. Al margen de la sorpresa que causa que se afirme que la Provincia de León admitiría hasta once grandes superficies, esta ley debería dar pie a dialogar sobre qué modelo de comercio queremos y las consecuencias que ello producirá.

Conviene recordar que la cesión de mayor o menor cuota de mercado a las grandes superficies es una decisión fundamentalmente ideológica, que debe tomarse, en buena medida, en función del bien común y de la voluntad general. Hay que tener en cuenta que las grandes hipermercados impulsan la competitividad, con lo que el comercio más clásico se ve espoleado para mejorar la calidad y cantidad de sus servicios. En consecuencia, la convivencia de ambos es positiva.

En otro orden de cosas es una evidencia que los beneficios del comercio tradicional tienden a revertir localmente, mientras que los de las grandes superficies se trasladan para acabar frecuentemente en manos de inversores internacionales. En función de esto resultaría más interesante potenciar el comercio tradicional.

Por otro lado, las grandes superficies han encanallado el mercado de trabajo con condiciones laborales que rozan con cierta frecuencia lo abusivo, pero han inducido la profesionalización del trabajador, aletargada en el comercio tradicional en muchos casos. La formación continua es una constante en la gran distribución, cosa que no sucede en el comercio tradicional, que suele atender al cliente de forma menos técnica. En cuanto a la relación laboral del trabajador con la empresa, suele ser impersonal en el caso de la gran corporación. En el pequeño comercio predomina el paternalismo, que suele garantizar la continuidad laboral.

La personalización en la relación vendedor-cliente es incomparablemente superior en el comercio tradicional. Este aspecto cubre un ámbito de las relaciones sociales que estamos descuidando con frecuencia. ¿Cuántos miles de horas pasamos comprando en nuestra vida? ¿Qué clase de interacción deseamos para esos momentos que tanto tiempo nos ocupan? La respuesta entraña implicaciones relevantes sobre lo que consideramos “bienestar” en términos sociales.

Por último, la decisión de dar una presencia predominante a las grandes superficies lleva implícita la elección del modelo urbano. Existen países cercanos –Italia, Portugal, ...- donde el centro de las ciudades alberga un abundante y dinámico comercio que convierte el paseo en un atractivo y concurrido pasatiempo. En contraste, otros países -y en la propia España en muchas de sus ciudades- muestran un trazado urbano crecientemente degradado como foro público, sin oferta comercial y escasamente frecuentado por transeúntes. ¿Cuál de ambos modelos urbanos es el que más nos conviene?

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