martes, 5 de febrero de 2008

La Gestión del Agua

Una de las utilidades del descanso vacacional es la posibilidad de contrastar las informaciones que recibimos a lo largo del año. Uno de los aspectos que podemos valorar es la gestión del agua en la costa mediterránea. El tema es de especial interés, ya que la falta de agua ha sido el argumento fundamental para justificar el trasvase del Ebro a las cuencas del Segura y el Júcar, ahora paralizado por el nuevo gobierno socialista. Se trataba de la mayor obra de ingeniería emprendida por el Estado.

Tras las encendidas protestas de los responsables autonómicos de Valencia y de Murcia por la paralización del trasvase, podríamos esperar un exquisito cuidado en ajustar los consumos hídricos a lo razonable, que no a lo escaso. Por el contrario, un viaje al litoral levantino nos sacará del error. La costa está jalonada por un importante número de playas de piedra, lo que ha impulsado la construcción de millares de piscinas en otras tantas urbanizaciones. La inmensa mayoría utilizan agua de la red de abastecimiento en vez de líquido desalado o extraído del mar. Además, la depuración de aguas residuales está en muchas zonas en mantillas.

Por otra parte, el modelo levantino de crecimiento urbanístico en las áreas de veraneo apunta a la ocupación de buena parte de los espacios naturales con viviendas individuales. Estos edificios, aparte de invadir ilegalmente la primera línea de costa en muchos tramos y de ocupar los escasos parajes sin urbanizar que quedan, necesitan de su propia red de abastecimiento de agua potable. Ello pese a que en su gran mayoría están vacíos buena parte del año. Esto supone que se dedica una porción notable del suministro a llenar las conducciones de viviendas que no se utilizan.

En estas condiciones suspender el trasvase del Ebro parece una medida razonable. La inutilización progresiva del acueducto Tajo-Segura, puesto que en Castilla-la Mancha tienen zonas con auténtica escasez, sería lógica también. La desalación y el pago del agua a precios reales ha de ser una tendencia natural ante este urbanismo desaforado, como ya sucede en Canarias.

Los territorios de todo el país, una península semiárida, deberían hacer de la sostenibilidad de su desarrollo una cuestión central. Habría que acostumbrarse a pagar el agua al precio real de cada zona de la Península. Sólo así sabremos la auténtica capacidad de desarrollo del Mediterráneo, de la Mancha o del Norte.

En esa línea habría que reflexionar en León, que con el cambio climático verá reducida la disponibilidad de agua en ciertas etapas del año. Embalses, depuración y ahorro hídricos deberán ser los ejes centrales del desarrrollo económico en una región que va a pasar de ser ampliamente excedentaria a ver más ajustados sus suministros a sus consumos.

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