lunes, 27 de agosto de 2007

Lectura y Juventud: Un Reto

La celebración de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil “Leer León” es un momento para la reflexión sobre el reto de despertar el interés por la lectura en los jóvenes.

Para quienes fuimos infantes tiempo ha el hábito de la lectura llegó como una imposición, a veces escolar, a veces paternal. El libro era un elemento totémico, una representación de la sabiduría, el contenedor del conocimiento por antonomasia. La visión de una biblioteca suscitaba un sentimiento reverencial. La entrada a los salones repletos de ringleras de libros semejaba la aproximación respetuosa a un templo, a la capilla de la sagrada ciencia.

Ese aspecto serio y algo amedrentador resultó disuasorio para muchas personas, que ni tenían el ejemplo lector en casa, ni tuvieron la oportunidad, por otros caminos, de romper las barreras hacia uno de los placeres íntimos más subjetivos y menos limitados: la inmersión guiada en ese mundo prodigioso que es la imaginación propia.

El tiempo ha pasado y quienes llegamos a la lectura a través del papel nos acercamos a nuestros hijos con el prejuicio que nos creó lo vivido. Olvidamos que lo realmente importante es la lectura, aunque no cualquier lectura.

La inmersión en un texto elaborado, un producto repensado y corregido en busca de cierta perfección, nos entrega el disfrute de un mensaje bien construido y la culminación del esfuerzo de otra persona por ser comprendido. Leer así es viajar al intramundo de otro, pero con la perspectiva de la visión propia. Así pues, lo importante es lo que se lee, no tanto el soporte.

Por eso nadie podrá valorar lo suficiente el legado que han dejado en la sociedad las videoconsolas. Esos aparatos, capaces de absorber la atención de nuestros hijos durante horas, les han iniciado en la lectura como nunca nadie lo consiguió con nosotros. La pantalla dialoga con el niño a través de la lectura, puesto que no habla, por lo que es una herramienta excelente para estimular la primera lectura y, a posteriori, la lectura rápida.

Sin embargo, este producto no ha sido explotado en fases más maduras del desarrollo cultural. Si el papel ha sido y es la herramienta de unas generaciones para acceder a los textos, la pantalla constituye un hábito para chicos que viven una realidad distinta a lo que fue mi infancia.

En consecuencia, el libro es lectura, pero no puede ser ya sólo de papel. Debemos relativizar el valor del soporte celulósico porque, si para mí es imprescindible, para mi hijo es uno más e, incluso, menos atractivo que otros.

En definitiva, la sociedad debe asumir que la cultura y sus formas han evolucionado mucho porque nosotros lo impulsamos; y han mudado tanto que ahora nos cuesta entenderlo. Se puede ver como nuestro drama, pero prefiero pensar que, en realidad, es nuestro reto.

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