jueves, 16 de agosto de 2007

Topillos y Territorio

La extensión de la plaga de topillos desde la Tierra de Campos parece imparable a la luz de las noticias. El tratamiento que la crisis está recibiendo de la Junta es tardío e impreciso. Se propone tomar medidas similares en territorios diferentes, lo que facilitará la difusión del problema. En este sentido las notables diferencias entre León y Castilla, si no son consideradas y utilizadas, pueden malbaratarse como elementos imprescindibles para limitar la extensión del animal.
Un recurso clave es la presencia del río más potente de la cuenca, que es el Esla, y de otro de considerable porte, que es el Tormes. Ambos cursos están regulados, por lo que se podría mantener un cierto flujo hídrico para configurarlos como barrera. Como son más caudalosos que el Duero en sus tramos castellanos constituyen un foso natural. Por esta razón habría que bloquear los puntos de paso, que son pocos, con medios adecuados. El Esla cuenta con menos de 20 pasos entre Pino (Sayago, Zamora) y Modino (León). El Tormes reúne un número similar. La vigilancia y la neutralización de los topillos en estos tramos confinaría la plaga por el lado occidental.
Además hay que considerar que en Tierra de Campos no existen bosques, lo que limita la existencia de depredadores de los roedores. Pero por el contrario, en León y Zamora abundan los bosques -de propiedad comunal sobre todo- donde residen numerosas rapaces y otros depredadores. La misma circunstancia encontramos en Salamanca y Sayago, donde las extensiones de dehesa facilitan el sostenimiento de una amplia variedad de especies carnívoras. Esto hace pensar que, si se limita el número de topillos tras la barrera Esla-Duero-Tormes, la propia naturaleza controlará su extensión.
Por otra parte, la pronunciada compartimentación comarcal de León y Zamora, inexistente en Tierra de Campos, está producida por montañas en las zonas altas y por ríos en las bajas. Esto hace posible desarrollar una estrategia singularizada para cada compartimento interfluvial. Así el Páramo de Payuelo, entre Esla y Cea, debiera recibir un tratamiento; el Páramo, entre Órbigo y Esla, otro; Tábara, entre Esla y Tera un plan adaptado; y así en todos los casos de las comarcas cisastures.
Leída esta propuesta habrá quien presuma una intención distinta al control de la plaga, pero es una evidencia que en el espacio terracampino no hay ríos, ni monte comunal, ni comarcas, ni sebes y vallas naturales, ni dehesas. El Duero es apenas un riachuelo en Laguna de Duero. Sólo un elemento natural de esa zona, el inmenso cerro de yeso de Torozos, ha conseguido contener la plaga en cierta medida. Extraigamos enseñanzas y concluyamos que sólo aliándose con la naturaleza y el territorio, y haciendo una planificación diferenciada los topillos serán controlados.

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