viernes, 3 de agosto de 2007

León y los Monumentos

Nuestra región conserva un buen número de monumentos de especial valor por su acusada singularidad. Sin embargo la visita guiada a estos lugares concluye frecuentemente con la certeza de no saber qué es lo más relevante de cuanto se ha visto. Además las explicaciones suelen bordear la peligrosa línea de lo ininteligible, porque se tiende a trufar de tecnicismos la exposición sin tener en cuenta que la mayor parte de los visitantes no son especialistas.
Otro aspecto que aparece descuidado es la publicitación de cómo se puede acceder a los distintos lugares monumentales. Por poner un ejemplo, la Diputación ha abierto durante el verano unos 15 edificios monumentales, normalmente cerrados o de visita restringida, en los que ha situado un guía. Es probable que, si se pregunta a un grupo significativo de la población, la mayor parte no lo conozca.
En definitiva, la puesta en valor de los monumentos se está realizando por adición de una serie de acciones inconexas. No parece existir un programa integrado de recuperación y puesta en escena de estas obras dirigido a rentabilizar socialmente el esfuerzo invertido en ellas.
La datación y estudio de nuestros monumentos está frecuentemente realizada con rigor y profundidad. Sin embargo, el producto de esa labor documental requiere de un tratamiento posterior antes de ser transmitida al público. Se necesita la labor de los divulgadores, personas con capacidad para dirimir qué es lo relevante para el neófito. De lo contrario nos encontraremos con folletos y explicaciones que conforman un pastiche indigerible para el turista.
Tras las labores del especialista y del divulgador está la de crear una publicación atractiva. Este trabajo es crucial, ya que el impacto visual del folleto va a condicionar en buena medida su éxito o fracaso como transmisor de información. El apoyo gráfico, muy deficiente en buena parte de las publicaciones, ha de ser completado por ojos expertos, ya que una mala foto resta valor a un folleto. Otro tanto se puede decir de la impresión.
La formación por divulgadores de quienes han de ejercer de guías es una tarea esencial que se suele dejar en manos del propio guía. Esto puede suponer tirar por la borda todo el trabajo acumulado hasta entonces, porque el guía puede ser un transmisor, pero nunca un elaborador de la visita, al menos sin ayuda externa. Aspectos como la acogida al visitante, realización de una síntesis del contexto en que se generó el monumento, una sinopsis de qué es lo más importante de lo que se va a ver y el tratamiento de las preguntas no pueden ser dejados a la improvisación.
Un último aspecto es que cada punto pueda dar información global sobre lo que se puede ver en los otros puntos donde se haye un guía. El funcionamiento de cada punto como un islote contribuye al desconcierto del visitante.
En definitiva, León necesita de mucha más profesionalidad en el tratamiento publicitario de sus monumentos. Sería conveniente que alguien se ocupase específicamente de esta cuestión tras años de improvisación.

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