miércoles, 8 de agosto de 2007

Restauración de Ríos

Los ríos son uno de los elementos patrimoniales más importantes de León. El hecho de que se trate de la provincia española con más kilómetros de vega convierte el curso fluvial en principio rector del paisaje. La densa red fluvial ha determinado el devenir histórico de la Región Leonesa compartimentando el territorio como en ningún otro lugar cercano. En definitiva, los cursos de agua cobran en León un protagonismo del que carecen en otras zonas.

La conservación de los miles de kilómetros que traza esa densa red debe ser una prioridad para los leoneses. Por eso la detección de sus principales problemas y el aprovechamiento de las posibilidades que ofrece constituye uno de los ejes de lo que debería ser la gestión política aquí.

Nuestros ríos acusan una pérdida de vitalidad que tiene múltiples causas, aunque podemos apuntar algunas de las más destacadas. Una de ellas, de la que se habla poco, es el efecto de los embalses sobre la temperatura de las aguas. Como todos conocen, los diques de las presas liberan el agua a través de aliviaderos que se encuentran en la base del muro. Esto supone que las aguas que van saliendo proceden de las capas cercanos al fondo. En esas zonas se encuentra el agua más fría, lo que produce que corriente abajo presente una temperatura más baja de lo normal. En otras palabras, los embalses actúan como enfriadores de agua, lo que reduce el desarrollo de la vida en el curso fluvial.

En este sentido, la búsqueda de soluciones técnicas para este problema debiera ser un reto para la comunidad científico-técnica leonesa. Mucho más teniendo en cuenta que la tendencia a la desaparición de la nieve primaveral en nuestras cumbres, que actuaba como reserva de agua hasta hace pocos años, va a obligar a la construcción de nuevos pantanos en el medio y corto plazo.

Otro aspecto que pesa sobre la riqueza ecológica y paisajística de nuestros ríos es la depuración de las aguas residuales. La construcción de depuradoras en buena parte de los núcleos grandes de la provincia unido a la concentración de la población en dichos centros va a ayudar a recuperar la diversidad biológica. Hay que pensar que sólo las dos áreas metropolitanas de la provincia reúnen 280.000 habitantes, que es el 55% del total. Una vez depuradas sus aguas residuales y las de las cabeceras de comarca el problema estará acotado.

Sin embargo se cuida poco la capacidad de autodepuración de nuestros ríos. La existencia de vegetación sobre el lecho y las márgenes contribuye decisivamente a limpiar las aguas fluviales. Por contra el hormigonado sistemático, las talas de las riberas y la construcción de diques atenta contra la actividad limpiadora del río. Además, un río humanizado pierde su función paisajística, lo que parece impropio en un lugar en el que las riberas son una seña de identidad.

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