domingo, 5 de agosto de 2007

León: Montaña y Estrategia

Desde un punto de vista paisajístico el arco montañoso de León podría dividirse en dos grandes zonas. Por un lado encontramos Babia, Luna, y la línea oriental, donde emerge la elevación de las piedras calizas. Por el otro asoma la zona occidental y parte de la central, hasta Cepeda y Omaña, en las que se pierde la escarpadura para mostrar elevaciones más redondeadas constituidas por rocas pizarrosas.

Esas torres calcáreas entre Riaño y Babia determinan de tal manera la perspectiva del observador que se erigen en el elemento característico del paisaje. Además, la juventud de esos roquedos y su gran altura no permitieron una economía más allá de la subsistencia ni una arquitectura muy singular. Así hasta los años cincuenta muchos núcleos estaban integrados por viviendas sencillas, rectangulares, con tejado vegetal: lo que llaman “casas de techo”. Por esta razón y por los estragos que causó la guerra no se encuentran poblaciones de gran monumentalidad.

En cambio, en la mitad occidental leonesa los abruptos picos se transforman en montes panzudos que conforman paisajes bellos, pero menos espectaculares. Además, ese tipo de estructuras y la menor altitud facilitaron la existencia de cultivos y mayor carga ganadera en Maragatos, la Valdería, El Bierzo, la Cabrera, o Cepeda. El resultado sobre los núcleos de población de esa economía fue notorio: las casas de techo fueron sustituidas por casas de corredor, que en la otra zona aparecen más ocasionalmente. En definitiva, la mitad occidental de la montaña de León cuenta con menor espectacularidad paisajística. En contraste, atesora una riqueza en su arquitectura popular sin comparación con las comarcas de roca caliza.

Como consecuencia de este sencillo análisis se deduce que las estrategias de conservación y de promoción turística debieran ser diferenciadas entre ambas zonas. Por ejemplo, aunque la destrucción de un espacio natural es rechazable en todas partes, las agresiones al paisaje en la montaña caliza, como se pretende con la línea eléctrica Lada-Velilla, son todavía menos asumibles, puesto que es su elemento identificador. Al mismo tiempo conjuntos singulares como Maraña debieran ser valorizados.

A su vez, las actuaciones sobre los conjuntos urbanos de las comarcas pizarrosas que no respeten las tipologías tradicionales son menos tolerables que en el oriente. Por ello, la destrucción de un palacete que está teniendo lugar en la Calle del Agua de Villafranca del Bierzo es un acto incalificable. Sin embargo la rareza del desfiladero de La Barosa y de los roquedos de la Encina de la Lastra son valores peculiares del occidente.

Los cisastures estamos reflexionando sobre las posibilidades de León con una dedicación inusual. Es hora de que esa coyuntura empiece a producir aplicaciones prácticas.

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