martes, 24 de julio de 2007

Turismo y Suntuosidad

La ciudad de León ha encomendado una parte importante de su futuro al desarrollo del sector turístico. Para ello se apoya en su patrimonio monumental, en sus festivales, en la programación anual de música clásica, y en sus celebraciones típicas.

Es lógico pensar que si alguien viene a un lugar donde ha de pagar una tarifa de hotel urbano para ver unos actos no puede marcharse con la sensación de que estuvo en la fiesta de un pueblo. Si se desea que el visitante valore lo que esta ciudad puede ofrecer es necesario que esté bien organizado, explicado y cubierto de todas las dignidades. Hay que impresionar al visitante para que vuelva y para que diga a otros que vengan. Además los leoneses debemos acostumbrarnos a participar en actos en los que la excelencia sea un marchamo. Como dice el aserto “lo bien hecho bien parece”.

Una de las festividades que han alcanzado resonancia por su belleza, participación popular y potencial espectacularidad es la de San Froilán. Por ejemplo, los actos en torno a Las Cantaderas, los carros engalanados y el desfile de pendones son de una singularidad sobresaliente. Cuando estas tradiciones son relatadas al visitante causan sorpresa, curiosidad e interés.

Sin embargo cuando un viajero llega a León en estas fechas ¿tiene información suficiente sobre estos actos? ¿se le explica adecuadamente el sentido que tienen en algún folleto, por algún guía? ¿es la organización eficaz para que los espectadores aprecien el esfuerzo de quienes engalanan, de quienes bailan, de quienes portan pendones o de quienes, en el claustro de la Catedral, debaten sobre la naturaleza de los bienes que cabildo y concejo transferían secularmente?

Si se quiere promocionar la conmemoración de Las Cantaderas en cualquier foro su desarrollo no puede hacerse a estilo compadre como se aprecia actualmente. Una suerte de tumulto popular trufado de concejales y curas irrumpe en el claustro sin más. No se respeta protocolo alguno, ni se anuncia a quienes llegan –como debió ser de rigor en otros tiempos-, ni se presenta a quienes intervienen, ni el público tiene una zona acotada, ni existe la sensación de que todo se ajuste a un ceremonial propio de la capital del reino que esta ciudad fue. La evacuación de la muchedumbre se realiza de similar manera, sin armonía ni fasto alguno. ¿Y esto es lo que se quiere vender como atractivo turístico y motivo de orgullo de los oriundos?.

La crítica es aplicable al resto de las celebraciones del día. Nada ni nadie explica, ni ordena, ni se preocupa de dar empaque visual y sonoro a tanto colorido y participación. La fiesta del pasado domingo, que desilusionó a algunos visitantes, es un diamante en bruto y las instituciones han de pulirlo para que pronto tengamos un motivo más de atracción para propios y extraños.

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